Intentos de suicidio


He vivido en varias casas en Murcia, concretamente, en dos. Recuerdo con especial cariño la primera (aunque tengo algo difuminada la distribución de la casa), en Puerta de Orihuela, detrás del ya antiguo estadio de la Condomina. Vivíamos en un cuarto. Y mi vecina era Marisol que yo, con mi media lengua, rebauticé lúcidamente como “Cacasol” (no me preguntéis por qué, porque no lo sé).

Solía juntarme con su hijo, Julio Enrique, una gran persona, con una permanente sonrisa de cabrón (con cariño, ¿eh?). Mi única preocupación a lo largo del día era salir a jugar al fútbol al patio. La cancha de fútbol sala se convertía en una especie de punto de encuentro de chavales de los edificios colindantes, donde se daban cita chorretones de sudor y bocadillos de nocilla y de mortadela: Julito, Aarón, Rami, “Manolángel”...

En la calle imperaba la ley del más fuerte (¡qué infancia!, ahora los balones son sustituidos por mandos de videoconsola). Es decir, si marcabas goles o eras rápido regateando o defendiendo, la tribu te iba a respetar, entrarías dentro de ese selecto club de los “buenos”. Si no, entrarías irremediablemente en el grupo de los marginados: los gordos y los cuatrojos. Huelga decir que yo formaba parte de este último. Quizá, por eso, a lo largo del tiempo, despertaron en mí otras inquietudes como la música, que mi padre se encargaba de inyectarme vía intravenosa con un tocadiscos y unos amplificadores “Vieta” de un tamaño descomunal (que, por cierto, creo que están en una caja en la nave de Keko de El Palmar): Mocedades, Presuntos Implicados, Serrat... La guitarra vendría más tarde, después de mi segunda visita a Dublín, aunque ya por aquel entonces hacía mis pinitos con auténticas joyas de la canción como “La Bamba”.

Permitidme una confesión: inconsciente como un niño, tuve un intento de suicidio (no os echéis las manos a la cabeza, no era un acto deliberado). Yo vi la tabla de la plancha junto a la ventana, y se me antojó que eso era una magnífica escalera hacia el mundo exterior. Mi madre, mi grandísima madre, me cogió por los tobillos y no sólo me dio la vida, sino que me la salvó. A partir de entonces, decidieron poner rejas en Puerta de Orihuela.

Por cierto, en mi casa madrileña de Berruguete, también hay rejas, para evitar robos, porque suicidios pocos desde una vivienda en bajo. Como mucho, podría aterrizar sobre una mierda en la acera.
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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4 comentarios:

Maldita_Rebeca said...

y todavía sigues jugando al fútbol por las aceras con tus amigos...aunque ahora sea tras beber cerveza

folabe said...

Dicen que los niños tienen un ángel de la guarda. Creo, más bien, que son las madres disfrazadas de querubines, con poderes a lo "Los 4 Fantásticos", porque no sólo los cogen desde el alféizar de la ventana, sino que prueban todas las papillas antes de metérselas por el buche.

Luis Caballero said...

hahahahahaha...teniendo mierdas justo en las ventanas quien necesita rejas???

Javi said...

Hola Johnnymago!

Qué alegría saber de ti,... ayer me encontré a Isabel (BBVA), me comentó que conocía a un chico dentista y... resultó ser tu hermano Manolo.

Así que me he acordado de ti, y te he encontrado por aquí.

No conocía esta "anécdota" tuya. Espero que estés bien. Un abrazo,

Javi Lozano