Conociendo a Robert Johnson


Muertos los felices años veinte, Estados Unidos se tambaleaba financieramente como los cimientos de un rascacielos en pleno terremoto. Algunos ahogaban sus penas saltando al vacío desde un despacho. Era una solución drástica. Otros se refugiaban en la música blues. Pero la infelicidad y la pena, la melancolía y la desesperanza se respiraban en el ambiente, como el penetrante hedor de un vertedero.

Sin embargo, los viejos clubs donde acudían los músicos, los bluesmen de la época, titilaban como luciérnagas en mitad de la noche. Allí la vida se hacía más llevadera.

Era de madrugada y el bueno de Robert Leroy Johnson se disponía a hacer el funesto rito. El voodoo se había convertido en una salida desesperada a su angustiosa situación.

Antes de convertirse en el Rey del delta del blues, tuvo que enfrentarse a los ojos de un diablo vestido de mujer. Como si de la lámpara de Aladino se tratase, la voluptuosa Bestia maléfica le ofrecía un futuro talentoso. Sólo cosechó penalidades y no tardó en darse cuenta de que pidió el deseo equivocado. Debió haber pedido fama y reconocimiento..

Su muerte no está clara (al igual que su fecha concreta de nacimiento tampoco está clara: ¿1911?). De ahí que surjan varias hipótesis bastante creíbles. ¿Sífilis? ¿Envenenado con whisky por una marido celoso? Lo cierto es que tenemos su legado en forma de 27 canciones que se han convertido en los cánones del Blues. Blues con mayúsculas.

Lo citan como referencia ineludible otros grandes como Jimmi Hendrix, Bob Dylan, Los Rolling Stones o Led Zeppelin... Hasta el mismísimo Eric Clapton se ha atrevido a versionar algunas de sus obras.

Sepan como anécdota, que ese blues del cruce de caminos, esos pactos con el diablo y esos sueños para ser el mejor bluesman del Delta del Misisipi se diluyeron como un azucarillo en un vaso de mojito.

¿Qué contenía esa pequeña caja metálica? Robert, antes de enterrarla en el punto geográfico exacto donde se cruzaban los caminos, comprobó que contenía lo que le dijo el viejo chamán: huesos de gato muerto, un pequeño recipiente con tierra de tumba fresca y una fotografía tamaño carné, en la que se veía al propio Robert Johnson empuñando su guitarra con unos dedos tan finos como los de un pianista.

Esto es un alegato y una reivindicación de este gran músico y de un sonido que nació como un canto a la pena, al blues, una música capaz de alterar estados de ánimo y de llegar hasta lo más profundo del corazón.

Fuente de inspiración: wikipedia y capítulo 2x08 de Sobrenatural
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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