Eso es lo que hace Santiago Campillo. Combatir el tedio tocando la guitarra. Es lo que lleva haciendo toda la vida desde que, en su Vistabella natal, empuñase su primera española. Porque Santiago -para quien lo desconozca- tiene estudios de guitarra clásica en el Conservatorio Superior de Música de Murcia. Sus dedos quizá todavía recuerdan los acordes del Bolero de Ravel o del Concierto de Aranjuez. Pero, quizá fue en un cruce de caminos, donde Santiago hizo muy joven un pacto con el diablo y vendió su alma, a cambio de ser el mejor guitarrista de blues del Levante español. Quizá de todo el país. Y parece que lo ha conseguido. Nuestro Robert Johnson de la huerta.
Quienes le seguimos desde hace años -asistir a sus conciertos es toda una master class para los amantes del instrumento-, hemos percibido que Campillo siempre ha ido creciendo y evolucionando como guitarrista. Siempre dentro de los cánones del blues-rock, Santiago cada vez utiliza menos la púa, y consigue dar a su timbre -único, como lo es el de Santana, el de Eric Clapton o el de su admirado Ted Nugent- matices y colores que antes no conseguía con la púa. Y eso que es muy rápido y habilidoso con el finger-picking.
El maestro Campillo ya no necesita demostrar nada, pero es incansable en la búsqueda de su propio sonido, que es inconfundible para los avezados oídos del rock and roll. Sus colaboraciones habituales con figuras de la talla de Buddy Withington, ese señor que escoltaba a Clapton en algunos de sus planetarios conciertos de los 80 y 90, le han consagrado en Festivales de Blues y de Jazz, como San Javier o Baréin. Su actual formación en power trío, con Oneida James, exbajista de Joe Cocker y José Ciudad a la batería, le hacen protagonista de una propuesta única, una manera de entender el blues y el rock and roll, que ya se ha convertido en una marca de la casa. Santiago es lo que es: un tipo sin ambajes, sin ínfulas de estrella del rock, campechano, bonachón y educado. Y eso es raro en este oficio.
Gracias de corazón, Santiago, por abrirme las puertas de vuestro estudio, Niculina Records, y por tocar para nosotros. La vida sin música sería muy aburrida.
Que ninguna pandemia nos joda el show y que el tren no pare.
Salud.
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