Me topé con El Pollo Rockero de casualidad. Haciendo una ruta en bici con un buen amigo que ahora vive en China. No me preguntéis por qué, acabamos en Javalí Nuevo. Gustavo siempre ha sido un auténtico sabueso descubriéndome los rincones más singulares de Murcia. Y tiene peligro a los pedales. Por él, conozco la cala de los amantes, en Los Belones.
El Pollo. Me llamó la atención su nombre y, cuando pregunté, me contaron que, además de restaurante, ofrecía música en directo y jam session al término de la cena. Una propuesta más que excitante: gastronomía y vivir en carne propia la adrenalina del escenario. Es decir, se podía subir a tocar o a cantar a volonté, como dicen los gabachos (a pajera abierta, aquí). Son pocos los bares que ofrecen esta modalidad de música participativa por estos lares, que haya feedback con los músicos, salvo contadas excepciones, como la propuesta de los domingos en el Old School, en Churra, o la de La Cábala, en Sangonera, donde me cuentan que hacen de las suyas unos tipos que se llaman LSD Funk. Tengo pendiente la visita.
Alberto del Cerro es ‘El Pollo’. Ha posado en pelotas al más puro estilo Lennon y está un poco loco como todos los genios. Su eslogan es “cocinar para el alma” y, cuando vende su propuesta, sus palabras destilan carisma y autenticidad. Os transcribo parte de un email sisado por Whatsapp, aviso: “Estimados lectores, mi nombre es José Alberto del Cerro, conocido como El Pollo Rockero (…), quisiera acercarme a sus corazones a través de una cocina muy sencilla, curiosa y práctica para el alma. Esta semana voy a recomendar uno de los mejores desayunos que para mi existen: el levantarse al lado de una persona a la que se ama, darle los buenos días y decirle que la quieres. No tiene precio”. A continuación, desgrana la receta de un brunch improvisado con pan caliente, ajos tiernos, aceite y sal gorda. Lo siguiente –intuimos los canallas- sería hacer el amor y tomarse el día libre, ¿no?
Vayan en pareja, es una experiencia única. Aperitivos: 1) uvas con foie, boquerones con lima, espárragos con naranjas y ensalada de pimientos. 2) Fideuá con espuma de coliflor. 3) Solomillo de pavo con crema de albahaca. 4) Alcaciles con trufa (primer orgasmo). 5) Lomo a baja temperatura en papillote. 6) Guiso de carrillera. 7) Puerros con gambas. 8) Atún, versión ave rapaz. 9) Los huevos y ajos tiernos de la señorita Lou. Y 10) El puto chocolate (se llama así). Obviamente, son creaciones culinarias pequeñas, pero es un menú asequible para estómagos timoratos. Por cierto, el postre lleva Peta Zeta, de manera que tu paladar crepita. Se bebe cerveza y vino de la Región.
Decía que vayan en pareja porque es un lugar mágico, donde se sellan pactos de lujuria de varias noches, de esos que hacen saltar por los aires aquella rutina de la que os hablé, la que se marchita al vaivén del misionero. Solo os haré las fotografías de tres mesas: en una, había una pareja que se comía con la mirada y daba cuenta con una fruición lasciva de la cena. Les acompañaba una niña, ajena al flirteo de sus papis y/o cuidadores. La pequeña no quitaba el ojo a otra pareja, sita en la mesa de al lado, que se metía mano por debajo del mantel. Reían. Unos metros más allá, la viva imagen del aburrimiento entre un hombre y una mujer. Él miraba con desdén el decorado de El Pollo, y ella daba la sensación de que olía de forma permanente a estiércol. Sus miradas nunca se cruzaban. Yo me preguntaba: ¿Cuánto tiempo llevarán sin preparar un desayuno de esos que dice El Pollo? ¿Y vosotros? Haced memoria.
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