El otro día me contaba un joven emprendedor murciano que traslada su empresa a Estados Unidos porque “Murcia es la tierra de Caín”, decía cabreado. Explicaba que todo aquello que huela a creatividad y talento es denostado, pisoteado y vapuleado, cuando no ignorado por la gran mayoría de nuestros paisanos. Y encima, aquí somos mucho de aplaudir cuando te pegas la ostia, es nuestra marca de la casa. Pasa en el mundo de la música y en cualquier otro ámbito profesional.
Conocí a M-Clan a finales de los 90, porque mi colega Atanasio me pasó una cinta de cassette con su segundo disco: Coliseum. Me dijo: “Juan, estos tíos te van a molar”. La voz rajada de un joven Carlos Tarque y las guitarras afiladas de Santiago Campillo me engancharon en la primera escucha. Eso era rock and roll sin concesiones, de corte muy americano. Y se hacía en Murcia. Sonaban a The Four Horsemen y nadie tenía ni idea de que ese disco de los que apodaron ‘los Black Crowes de la Huerta’ se había grabado en Toronto bajo la tutela de un tipo que ha producido a Mick Jagger o a Aerosmith, entre otros. Ni que una productora de Madrid (DRO Atlantic) apostó por ellos un par de millones de pesetas para que grabaran su primer sencillo en Memphis, la cuna del rock. Cuentan que al fax de los estudios Ardent llegó una nota que decía: “Llevad cuidado, que esta semana os llegan unos chavales de Murcia, España, que son unos delincuentes. Los podréis reconocer porque visten con ropa antigua”. En aquella época se llevaban las botas de punta y los abrigos de visón al más puro estilo John Lennon a las puertas del Dakota. Tendría que llegar el cantante de Tequila, Alejo Stivel, para lanzarlos a la fama con una versión de Steve Miller Band (Llamando a la tierra) para que España se diera cuenta de que aquellos murcianos tenían talento y podían sonar en una FM a nivel nacional. Y encima les llamaron vendidos por querer vivir en este negocio de caimanes.
El documental Murcia Supersónica, que dirige Juan Poveda y produce mi compañera en estas páginas Carmen Vilches, quiere reflejar el magma de grupos, corrientes y nombres propios que ha parido la escena musical murciana desde los 80 a la actualidad. Ardua tarea. Desde los Farmacia de Guardia, que compartieron premio en el Murcia Joven del 82 (actual Creajoven) con Acequia, pasando por nombres fundamentales en los escenarios de esta Región como Chema Espejo (Crudos), Emilio Chicheri, Miguel Bañón (Los Marañones) o Joaquín Talismán, por citar unos pocos. Un recorrido que llega hasta la actualidad con nombres comoCarlos Vudú y su Clan Jukebox, que se miran orgullosos en un tal Tom Petty, o losSecond, que tuvieron que ganar un festival en Reino Unido para que se supiese quiénes eran y se les valorase. El que se pasasen a la lengua de Cervantes también ayudó para llegar a ese gran público que revienta el SOS año tras año. Y ahora nadie cuestiona su éxito en la escena indie actual.
Hay músicos, hay mucha calidad, hay muchas horas de ensayo, muchos desvelos, muchas preocupaciones para llegar a final de mes, y mucho amor por un oficio que nunca debió dejar de ser artesano. Escribir y tocar canciones.
¿Qué tal si le damos un poco de cariño a ese ‘sonido murciano’?
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