Crónicas Canallas (XXX): Felaciones etílicas


Hace un par de noches le confesaba a mi ‘padre’ literario mi estupefacción ante la pornografía circundante. Lo dice un fulano que estrena indumentaria casual los viernes con una camiseta cuya leyenda reza: “Indumentaria básica del rockero”. A modo de cómic de la revista Jueves y, como si fuera un recortable, recuerdo a los que tienen a bien pararse a mirarme el pecho -con más o menos lascivia-, que los melenudos de corazón, como decía mi amigo Luis Peiro, suelen vestir pantalones cojoneros, gafas Raymond y un cigarrillo/canuto/palillo, en función de si le va el glam, el hard o el southern (aparte de la vida licenciosa). Y no me tengo precisamente por un maricomplejines y/o meapilas. Sin embargo, confirmo mis teorías de que hay una absoluta revolución sexual que afecta a las féminas, independientemente de este periodo estival que hace que nos bailen las hormonas y pensemos en canas al aire en los sitios más insospechados y extraños. ¿Por qué? Mi argumentación es la siguiente. El hombre siempre ha necesitado del porno y del erotismo, primero, en revistas como Playbloy o Penthouse (por no hablar de casos más castizos como Interviú, donde combinaban deliciosamente bien el periodismo de investigación con la tetilla, todo hay que decirlo). Ahora, con Internet es más fácil. Necesitamos del lenguaje audiovisual para aliviar nuestros más onanistas y bajos instintos.
En el caso de la mujer es distinto. Discrepo con mi amiga y sexóloga Eva Camacho (La Eroteca de Eva y Sexo Sentido, en Onda Cero Murcia) con eso de que la piel es el órgano sexual más potente que existe. Constato en mis periplos académicos como amante avezado que no se trata de algo epidérmico. Es algo mucho más etéreo: el cerebro, la imaginación, la sugerencia, esa es la clave. ¿Habéis probado, por ejemplo, a hacer el amor sin descalzaros? Hay tacones que sobrepasan la barrera de la lascivia y se convierten en auténticos artículos fetiche. Para muchos y para muchas. ¿Qué es lo que pasa? Que cualquier mujer puede reconocer hoy abiertamente, casi en cualquier lugar, que puede consumir porno, y excitarse, sin temor a ser lapidada verbalmente por ser una ligerita de cascos. Me niego a pensar que la culpa la tenga E. L. James y su bodrio de pornonovela pastelosa. Christian Grey es un pijito sin sangre, un rarito al que le va eso de azotar con la fusta porque tuvo una infancia traumática. Nada más y nada menos que una mujer diez años mayor que él le sodomizó, pobrecito. Pero decidió probar, muy cuco, con una jovencita de 20. Perdón si os desvelo el intríngulis de la historia. Al final se casan y comen perdices. En escabeche, por cierto.
Hace tres días las redes sociales echaban humo por culpa de una discoteca de Mallorca (en Calviá, concretamente) que ofrece copas gratis para toda la estancia vacacional a aquellas mujeres/chicas que practiquen el mayor número de felaciones a los hombres allí concurridos. Por supuesto, el video fue censurado pocas horas después ante el dantesco espectáculo que estaba dando la guiri en cuestión. Todo por unos gintonics. Ya se lo podía currar un poquito el creativo del local de ocio, no sé, que regale un coche, un viajecito de ida a Siberia… No quiero ni imaginar el careto de sus padres si pudieron ver a la niña en acción regalando placer… ¡Por unas copas! Juzgad vosotros. #MeQuedoLoco.
Por eso, le dije a mi padre: “He pecado”. Canté como un pajarito y confesé que estaba y  estoy asustado. Las amistades que me sugiere Facebook son francamente sospechosas, parece más bien Badoo o #Adoptauntío que, por cierto, acaban de sacar un libro ilustrado por Moderna de Pueblo. No creo que sea literatura de altos vuelos, pero puede ser una lectura fresca y divertida a pie de playa. Testimonios de historias de amor y sexo a través de la red. Le echaré un ojo, lo prometo. Con un Daiquiri Blues en la mano, eso sí, os juro que me lo pago de mi bolsillo.
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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