LA EXPERIENCIA GUINNESS



Dublín es una ciudad de contrastes. Normalmente, se suele decir que es fea y gris, pero el visitante debe bucear entre sus calles para descubrir sus verdaderos encantos. En gaélico, el dialecto irlandés, Dublín procede de la palabra "Dubh Linn", que viene a significar "charca negra". El gaélico, de ascendencia celta y normanda, es una de las lenguas más antiguas que se conocen, de enseñanza obligatoria en la mayoría de los colegios. Actualmente está en desuso, aunque en las poblaciones del oeste del país, como la ciudad portuaria de Galway, puedes encontrar a gente que lo habla mejor que el inglés. De raíces nórdicas, los primeros escritos en irlandés datan del siglo VI después de Cristo. Los letreros de los autobuses y de algunas señalizaciones rezan "Baile Átha Cliath", lo que traducido significa "Ciudad del vado vallado".

El río Liffey es la línea divisoria de dos tipos de vida completamente diferenciados. En la parte sur, con alguna que otra excepción -como el barrio de Liberties-, viven las clase acomodadas; mientras que, en la parte norte, residen las clases obreras. Antaño, la parte norte era la residencia de las clases nobles y privilegiadas. Actualmente, se encuentran barrios de trabajadores, que se distinguen por sus peculiares mercados callejeros, como el de Henry, donde puedes adquirir frutas, verduras o pescado. Eso sí, no tienes la posbilidad de escoger la mercancía. Los tenderos se encargan de elegirla por tí.

La fábrica de Guinness o Guinness Storehouse se encuentra a escasos quince minutos del centro de la ciudad, si tomamos como punto de referencia el Trinity College o el Banco de Irlanda. Por el camino, dejamos atrás la famosa iglesia de San Patricio y nos adentramos en un barrio más humilde, donde vendedoras callejeras trafican con rollos de papel higiénico o con paquetes de detergente. Una vez llegas a Saint James Gate, puedes divisar un cartel gigante con el logotipo de la cerveza, donde el turista aprovecha para captar algunas fotografías. Algunos cachondos se arrodillan como si hubiesen llegado a la Meca.

Antes de llegar a la puerta de entrada, existen carromatos tirados por caballos. El visitante, si lo desea, puede dar un vuelta y sentirse en el Dublín medieval por unos instantes. Eso sí, con algo más de tráfico. Una vez dentro, te sorprendes de lo que encuentras. Nada de trabajadores sudorosos ni gigantescas maquinarias funcionando a todo tren. Todo lo contrario. "La fábrica de Guinness" no es más que un museo única y exclusivamente pensado para el turista. Consta de ocho plantas, donde el visitante hace un recorrido, en su gran parte audiovisual, donde se explica todo el proceso de elaboración de la cerveza. No falta, por supuesto, una enorme tienda de souvenirs, donde puedes adquirir camisetas, posavasos, imanes para la nevera, calzoncillos, abrebotellas... Todo un merchandising pensado para generar dinero a espuertas.

La entrada varía su precio, dependiendo si eres mayor o no de 18 años o si quieres degustar la famosa bebida marrón oscuro, con cierto sabor a café. Eso sí, el mejor sitio para probarla es ése. La tempertura es la idónea, el sabor, la espuma. Todo perfecto para degustarla en óptimas condiciones. Una vez inicias el recorrido, puedes divisar maquinarias de la época, observar algunos de los objetos personales del creador de este gran emporio (anteojos, libro de registro con pluma incluída...). La típica historia de un hombre que empezó de la nada y que cumplió su particular "sueño irlandés". Por supuesto, la receta del idolatrado líquido se guarda bajo estricto secreto, algo que ocurre con otras bebidas como la Coca-Cola. Los ingredientes y el secreto de la pócima han ido pasando de generación en generación hasta llegar a nuestros días.

Pero, sin duda, lo mejor de la visita es la última planta. Desde una terraza acristalada, el visitante puede disfrutar de unas hermosas vistas y degustar una pinta de esta cerveza tipo "stout". De alta fermentación, cremosa, oscura. Muy distinta a las que estamos acostumbrados a degustar con las tapas típicas españolas. Desde aquí, la vista es panorámica: el Spire en O´Connell street, que se eleva a 120 metros de altura y vigila la ciudad, la Torre de San Patricio, el Croke Park, donde hace unos días tocó Billy Joel, el monumento de Phoenix Park, la "verdadera" fábrica de cerveza Guinness, Collins Barracks...

Lo mejor, las vistas. La cerveza queda en un plano secundario.
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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4 comentarios:

Mario Toledo said...

Axo, leyendo la última frase del artículo puedo comprobar que Dublín te ha cambiado: antes no pondrías la cerveza en un segundo lugar... jeje.

Bueno, bromas aparte, me alegro de poder seguir tus andanzas a través del blog... fíjate, que a veces pienso que no te has ido, porque tengo casi más noticias tuyas ahora que cuando estabas aquí. Esto de la red global es todo un lujo, eh?

Ale, Juanico, ya me llevarás a la fábrica Guinnes cuando vaya a visitarte,... más que nada por ver esas vistas.

Juan Máiquez said...

Eso está hecho Mariete. La verdad es que sí, antes no perdonaba una cerveza, aunque ahora tampoco... Hoy me he quedao solo, hecho un rey de la casa. Cuando vengas nos bebemos toda la cerveza de Dublín.
Las nuevas tecnologías nos han cambiado la vida. A ver si lo próximo es el Dublin Castle, símbolo del poder opresor británico. Aquí no es que le tengan un especial aprecio a los ingleses... Estad atentos que os contaré cosas interesantes. Cuidate mucho.

Sergio M. Mahugo said...

Y qué mas dan las vistas a la cuarta o quinta cerveza?
Un saludo desde la tierra donde más calor hace del mundo, Juan... Vaya veranito te estás perdiendo!

Juan Máiquez said...

Lo sé, Sergio. Estoy informado gracias a Internete. Por cierto, leo a menudo tu página. De verdad que no has visto nunca Barrio Sésamo? No sabes lo que te perdiste... De ahí la famosa frase: "Eres más cazurro que Espinete, que iba desnudo por la calle y se ponía el pijama para dormir..." Juas, juas, juas. Un abrazo fuerte