El centro de Dublín se muestra ajetreado, activo, vivo. El gigantesco parque de Saint Stephen Green acoge a estudiantes y turistas de diferentes nacionalidades, que disfrutan de un día soleado. Del verdor de sus árboles y praderas.
Es la hora del lunch y, muy cerca, se encuentra Grafton Street. Podría decirse que Grafton es el centro neurálgico de la ciudad. Esta calle, repleta de comercios, acoge a músicos callejeros de todo el mundo, que deleitan a los transeúntes con sus particulares repertorios. Los hay de todos los tipos. Desde aquellos que tocan por el simple placer de ser observados, hasta aquellos que lo hacen por la necesidad de ganarse unas monedas. En los estuches de sus intrumentos, algunos deciden colgar un cartel con una frase divertida. El objetivo es llamar la atención de los viandantes, robarles unos minutos de su tiempo, conseguir que esbocen una sonrisa de complicidad y, ya de paso, "obligarles" a que se rasquen el bolsillo. "No os engaño, lo que gane lo gastaré en bebida", reza uno de estos simpáticos carteles.
La gran mayoría portan guitarras, acústicas o eléctricas. En algunos casos, muchos portan un pequeño amplificador que, es de suponer, funciona a pilas o con una pequeña batería. Además, hace de taburete para estos músicos urbanos. Me ha llamado particularmente la atención un niño chino, de apenas 14 años, que tocaba el violín como los ángeles.
También hay músicos, a primera vista parecen africanos, que montan su show particular y consiguen atraer la atención de los turistas con su exóticos instrumentos. Otros deciden hacer juegos malabares, que hacen las delicias de los más pequeños. Se quedan embobados con el dominio de varias pelotas en el aire.
Al final de Grafton, antes de llegar al Trinity College, un abuelo canta canciones irlandesas y aporrea un tambor con su nieto. Los turistas se arremolinan a su alrededor y pugnan por conseguir la mejor instantánea. Choca ver a un niño tan pequeño con tanto desparpajo, con esa cara de inocencia. Y sobre todo, con una boina que le hacía más viejo.
Pero la palma se la lleva un guitarrista con aspecto de cowboy americano. Su dominio de las seis cuerdas es espectacular. Además, apoya su instrumento entre las piernas y lo acaricia suavemente con un slide, un pequeño canuto metálico que consigue sacar un sonido muy peculiar a la guitarra. Le he preguntado a mi amigo Mark acerca de este tipo. Lo conoce. Mark es un un músico veterano. Triunfó en los años 70 con su grupo, Stepaside. Sonó en la radio y tocó en sitios de relevancia en Londres. Era otra época. Tres de sus compañeros de la banda arruinaron sus vidas y se engancharon a la heroína. Ahora, él es feliz con su familia y disfruta de su trabajo como periodista en el gabinete de prensa del gobierno. Pero la música está con él.
Dublín es bulliciosa, pero los acordes flotan en el ambiente. Por eso me gusta.
1 comentarios:
No es mala idea, loko. Si puedes, dime dónde está y me pongo manos a la obra. De todas formas, me informaré y me documento. Un abrazo!!
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