A Alec Baldwin, nuevo malo de Torrente 5, le sucede un poco lo que a Charlie Sheen. A veces da la sensación de que el hombre de carne y hueso se funde y confunde con sus propios personajes. Y la realidad es que Baldwin tiene la misma pinta de mujeriego, golfo e infiel que esos personajes a los que suele dar vida. Quizá la culpa la tiene esa seductora mirada de ojos azules, o esa eterna pose de gentleman empedernido que las vuelve locas. Es lo que Moderna de Pueblo define como el ‘capullo clásico’: aquel que te sedujo con las mismas frases ensayadas con las que sedujo a otras y con las que conquistará a las siguientes. Tomadlo casi como un sofisma, viniendo de donde viene. No en vano, Baldwin estuvo casado nueve años con una tal Kim Basinger, que fue mito erótico de toda una generación con películas como Mi novia es una extraterrestre o L.A Confidential. Fruto de ese enlace con la espectacular rubia es Ireland Baldwin, una jovencita de 18 años que posa en actitudes sugerentes, hot y con mucho flow –que dicen los latinos- a través de Instagram para medio mundo. Y la niña tiene una monada de cuerpo, es cierto, pero no es difícil, simplemente por una cuestión de ADN. Otra lectura es si su culo os interesa o no. O qué opina su padre, que hasta hace poco peleaba por su custodia y por un buen puñado de dólares. A punto de cumplir los 56 años, Baldwin se ha vuelto a casar, esta vez con una española, Hilaria Thomas, de 29 años, con la que ha tenido una pequeña a la que han llamado Carmen. Más castizo imposible. Hilaria es una instructora de yoga de origen mallorquín, que pasó su adolescencia entre Baleares y Boston. ¿Nació el amor en América? ¿Os imagináis el ritual de conquista? ¿Fue él, o fue ella la que le robó el corazón? ¿Fue el vuelo en helicóptero? ¿El paseo en yate? ¿Quizá el collar diamantes? Lo dejo a vuestra imaginación. Lo cierto es que la historia nos lleva a una reflexión sobre estos culebrones que no solo ocurren en Hollywood, también acaecen en el barrio del Carmen, en el Infante y a veces se materializan en Pérez Casas, a caballo entre Chinatown y En Boga, sin la necesidad del glamour de Beverly Hills, pero con las mismas dosis de silicona, frivolidad y gilipollez. ¿Es la monogamia una condición sinequanone en estos tiempos en los que un matrimonio se rompe apenas sale de la iglesia? ¿Son los hombres más infieles que las mujeres, o viceversa? ¿Lo de poner los cuernos es una cuestión genética, o hablamos de amor cuando queremos decir sexo, lujuria y desenfreno al más puro estilo Di Caprio en El lobo de Wall Street? El caso es que a Alec no parece haberle salido mal la jugada. Nada mal. Luce sexy bien entrada la cincuentena, ha bajado tripa y tiene una belleza a su lado que francamente le ha rejuvenecido. Otra cosa es que sea ‘por el interés, te quiero, Andrés’ o estamos hablando de una verdadera love story. ¿Tendrá la culpa el yoga?
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