El señor Montgomery Burns, reconvertido a ministro de Hacienda, con su sonrisa de hiena bursátil, coloca a esta bendita ciudad como la más incumplidora en cuanto a eso que llaman déficit. Las cuentas están jodidas, al igual que el bolsillo de los murcianos, en cambio, paradójicamente, los bares se siguen llenando. Daos una vuelta un sábado a mediodía por la Plaza de las Flores o por la zona de las tascas y comprobadlo in situ. Los caballitos, las marineras y el pulpo vuelan. Parece el único sector pujante, la hostelería, y eso debe de ser fruto de un empresariado que muestra su arrojo en estos tiempos perros que corren, algo sin duda loable. Dicen que el espíritu emprendedor forma parte de una idiosincrasia levantina que ve negocio donde otros solo ven locales vacíos y carteles de se vende o se alquila. Muchos dirán que el consumo ha caído en picado, que ya no se pide ‘a pajera’ como antes. Y es verdad. Pero se pide. Otra cosa es que lo hagamos con más tiento, aunque rebañemos el plato con idéntica fruición que antaño. Proliferan los bares de caña-tapa a dos pavos, incluso hay quienes se atreven a dejarlo a 1,80 ó 1.60, con tal de atraer a un consumidor que es capaz de tomarse una cerveza en pleno invierno sentado en una terraza con el abrigo puesto. No hablamos, obviamente, de grandes creaciones culinarias, pero sí de los ganchos gastronómicos adecuados para que termines aflojando un billete de los rojos. De los verdes, si eres de pico más delicado, o un poco más rata, por qué no decirlo. Esto en el apartado más low cost, para economías que son carne de minijob o que directamente viven de subsidios del Estado y cuya vida licenciosa les invita a gastarse el dinero en bares, siempre que las responsabilidades familiares lo permitan, claro. Si tienes la suerte de tener un trabajo y decides aflojar un poco más de pasta, poca, en algún local de restauración, prueba la granada de berenjena que ofrece El Mallorquín (Plaza Cristo Resucitado), junto a una carta que hace guiños a la cocina vegetariana. Tienen Estrella de Galicia y Victoria, una cerveza que se ve poco por estos lares. No dejes de hincarle el diente a la tosta Nona en La Vinoteca (Plaza de la Cruz): pan casero, jamón ibérico, mozarella y trufa negra, maridada con un Ribera del Duero Lu&Be, que se puede pedir por copa. Se te caerán las lágrimas. En este último caso, puedes hacer una parada previa en Salmentum y tomarte un quinto y un cucurucho de mojama, hueva y almendras por el módico precio de 2,5 euros. De aperitivo. Y desconfía de todo aquello que lleve cebolla caramelizada, desde que la descubrieron los chefs, la utilizan hasta en la sopa. De postre, una tarta de zanahoria en la pastelería chic del Romea. Kolomina dice que el secreto está en el mascarpone. Está de vicio. ¿Sabíais que tanto a un hombre como a una mujer se les conquista por el estómago? Ahí lo dejo.
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