Reconozco que soy un adicto a los programas de televisión que te hacen “viajar sin moverte del sofá”, como rezaba la canción de Antonio Flores –Cuerpo de mujer-, entre otras cosas, porque es bastante más barato que comprar un billete de avión, aunque la compañía sea low cost. Por eso, el otro día decidí darme una vuelta por Chicago. De repente me encontraba –con una bolsa de palomitas en la mano, eso sí- rindiendo pleitesía a la estatua de Michael Jordan, el mejor jugador de baloncesto de la historia, aquel que fue capaz de anotar 40 puntos en ese playoff cardíaco contra los Utah Jazz de John Stockton y ‘El Cartero’, Karl Malone. Tenía 40 grados de fiebre porque había celebrado la victoria del partido anterior con una pizza y se había fumado un puro, decían. Pero Jordan era algo sobrenatural. Un ganador nato.
Y os digo más, con un rápido movimiento de cámara, me trasladaban -apoltronado entre cojines, eso sí- y comenzaba a recorrer aquellas sucias y malolientes calles en las que sembró el terror el bueno de Al Capone, allá por los años 20, cuando arreciaba la Ley Seca. En la actualidad, las calles de Chicago lucen impolutas y huelen a la camaradería más deliciosa cuando un paisano te dice: “Acho, ¿qué haces tú por aquí?”. “Ná, vine por amor, y me quedé”. O algo que, desgraciadamente, es habitual: “Vine por trabajo y ya llevo dos años”. Es aquí cuando te acuerdas de los golfos de Caja Madrid y piensas por qué no habrán emigrado ellos a mangar por otros lares. Por cierto, esa habichuela que veis allá arriba se llama “la puerta de la nube” (The Cloud Gate) y ya ha sido bautizada como “the bean” (la alubia), por su parecido evidente con la legumbre con forma de riñón. En Chicago seguramente nos emularon a la hora de bautizar los monumentos públicos. Por eso, aquí a la Plaza Fuensanta le llamamos Darth Vader.
De Chicago he decidido volar a Italia (con un par de viajes de por medio a la nevera), me apetece un clima más mediterráneo. Me he cansado de los hot dogs americanos y prefiero unos raviolis con setas y manzana, por ejemplo. Allí, una familia de San Javier me enseña cómo es su día a día en Nápoles. Hacen una vida normal, se les ve felices con sus hijos, comen pasta y pizza, beben limoncello, pero cuando vienen a Murcia llenan las maletas hasta arriba de manjares de la tierra y embutidos de chato murciano. Como harían todas y cada una de nuestras madres. “Niño, llévate la magra con tomate en un tupper, que está muy rica”. Mi amigo Gustavo me contó que le llevó un pastel de carne a David Costa a China y le dijo: “Caliéntalo en el horno”. ¿Sabéis lo que hizo? Comérselo en cuatro bocados en la misma terminal del aeropuerto. Frío.
El éxito de este tipo de programas de ‘cámara en mano’, como Murcianos por el Mundo (7RM), es que han conseguido abrir la mente a miles de jóvenes de la Región que ya no ven con temor desarrollar su carrera profesional en el extranjero. Se consigue. Sobre todo, cuando vemos que otros lo han hecho. Incluso, si hablas con universitarios, están más que concienciados para volar del nido y salir de nuestras fronteras. Lo importante es que vuelvan y les demos argumentos (económicos y profesionales) para quedarse. Son los empresarios del futuro, los que marcarán nuestros designios, los que nos gobernarán. Las generaciones venideras. Estamos en sus manos.
Después del éxito del serial, la productora murciana Item Audiovisual ha recuperado un formato con la misma filosofía que se llama Ciudades del Mundo. Se emite en Canal Viajar, así como en líneas aéreas y en trenes de Renfe. Acaban de presentar su producto en Cannes, en la mayor feria audiovisual de contenidos de entretenimiento del mundo. Allí están todas las grandes cadenas: Fox, HBO, Discovery Channel o National Geographic. Son 57 capítulos que están siendo doblados a otros idiomas y, por supuesto, la Región de Murcia contará con su momento prime time. Sobre todo, cuando descoronemos el hojaldre de un pastel de carne, con la caña de rigor, o cuando le echemos un pegote de ali-oli a un calderito del Mar Menor. Y el que no se lo crea, que venga a probarlo. Le trataremos bien.
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