DUBLÍN, LA CIUDAD TRANQUILA
Irlanda es una pequeña isla repleta de gente acogedora y amable. Actualmente, es una de las economías más prósperas de Europa y un modelo a seguir por muchos países de la Unión. El espíritu de sus habitantes hace que, a pesar de tener un clima desfavorable la gran mayoría del año, sepan de la importancia de dibujar una sonrisa en sus caras, de acoger al foráneo con hospitalidad, con respeto, con simpatía.
El pasado celta del país lo une a algunas tierras en España como Galicia. Hay una gran tradición musical y se dice que es uno de los países donde los instrumentos musicales son más baratos. A día de hoy y, según datos procedentes del Irish Times, Eire cuenta con poco más de 4 millones de habitantes, cifra que crece paulatinamente debido a la inmigración. Una de las comunidades que contribuye a este crecimiento es la polaca, que busca en tierras irlandesas la prosperidad. Y que cuenta con el parabién de las gentes de aquí, que piensan que son europeos de bien, trabajadores y educados, valores que estiman sobremanera.
Sin embargo, desde la óptica política, ven algunos inconvenientes como la inseguridad ciudadana, algo que ocurre en otros países de Europa, que ven el crecimiento con buenos ojos, pero que miran con desconfianza la llegada de extranjeros.
En la década de 1840, la cifra de población era de casi el doble que la de ahora, lo que impedía el progreso y apenas posibilitaba la subsistencia. El principal cultivo, la patata, se vio asolado por plagas, lo que generó hambruna y muertes, obligando a muchos irlandeses a buscar un futuro mejor fuera de sus fronteras. Cerca de un millón murieron y otro millón se vio en la obligación de emigrar. El gobierno británico se desentendió de la precaria situación que vivía la isla. La reina Victoria aportó la irrisoria cantidad del equivalente a cien mil dólares, más que insuficientes para paliar el hambre y las plagas. EE. UU acogió a gran cantidad de esta inmigración, así como Inglaterra, Escocia, Canadá o Australia.
Por tanto, el pueblo irlandés ha sufrido en carne propia su particular diáspora, la difícil decisión de tener que abandonar su tierra para, simplemente, sobrevivir. Eso ha moldeado el carácter de sus habitantes. Son acogedores porque saben que no es fácil arreglárselas en un país extraño, to manage on your own, suelen decir por aquí.
Es la tercera vez que visito este país. Vivo en el complejo residencial de Stillorgan, a escasos diez minutos en autobús del centro de Dublín. La última vez que estuve aquí fue hace seis años y nada parece haber cambiado: la misma tienda de discos, la misma bolera, el mismo pub donde hacen actuaciones musicales en directo... Ayer visité Kilkenny, a hora y media de Dublín. Mi amigo Mark Costigan tenía una actuación allí. Por unas horas me convertí en su road manager. Le ayudé a descargar el equipo, sostuve en mis manos una Stratocaster del año 73, conocí a la banda... Son gente veterana, con familia. Casi todos se dedican en cuerpo y alma a la música, excepto Mark, que compagina los conciertos con su magnífico trabajo como periodista en un gabinete de prensa. Pasé un rato increíble. Me acosté escuchando en mi cabeza los acordes del Lay Down Sally de Eric Clapton, el I feel fine de los Beatles... Parece mentira que hayan pasado treinta desde la creación de esas maravillosas canciones. Suenan actuales.
La semana que viene tengo pensado ir a la ciudad. Visitar Stephen Green´s, recorrer O´Connell street, el Trinity College, Temple Bar... No os vayáis. Esto promete.
2 comentarios:
anda que no te lo deves estar pasando bien ni nada allí.Todo lo que cuentas da una envidia...Y ver sus fotos con esas preciosas guitarras le entra a uno una morriña. Saludos desde esta lejana orilla.
Saludos desde aquí también. Gracias por seguir mi página. Es una de las pocas manera de que tengo de poder tener contacto con vosotros. Saludos
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