Los rockeros sienten atracción por las mujeres fatales. Debajo del cuero y la pose de tipos duros subyace casi siempre un masoquismo inherente a su especie que les hace experimentar deseo por aquellas féminas que no les van a proporcionar felicidad y alegrías. Más bien todo lo contrario. Les harán retorcerse de forma cruel en el dolor, y ellos aceptarán la situación conscientes de que esos oscuros sentimientos les convertirán en mejores escritores de canciones de desamor, aun a riesgo de que puedan esculpir una personalidad enfermiza y desdichada de por vida. A priori debe ser así. Es en el fondo lo que buscan: satisfacer primero el deseo físico, entregarse al placer efímero, para más tarde engordar su ego con unos versos certeros que sufrirán mejor o peor el paso del tiempo, cuando no queden olvidados en un cajón junto a un bote de Prozac y una botella güisqui. “¿Qué hace una chica como tú en un sitio cómo este? / ¿Qué clase de aventura has venido a buscar?“. Lo cantaba el difunto Pepe Risi al frente de los Burning, en plena Movida madrileña, pero tenemos multitud de ejemplos de cantos a los zorrones despiadados, a esas Femmes Fatales que encarnaba Mata Hari, como Quiero beber hasta perder el control de Urquijo,Mujeres fatal de Sabina o Maggie May de Rod Stewart, quien se lamentaba diciendo aquello de… “Me robaste el corazón pero yo te quiero igual“. Las mujeres fatal no están presentes únicamente en el imaginario musical, también caminan por nuestras calles, pasean por el Malecón o corren en la cinta del gimnasio más caro de la ciudad. Cuidan su físico porque trafican con él. Pintan sus uñas, tiñen sus canas y salen de caza conscientes de que van a cazar. Es lo que los estadounidenses han calificado certeramente como ‘cougars‘, pumas, felinos carnívoros y sanguinarios que juegan con sus presas, normalmente más jóvenes, hasta darles muerte. Metafóricamente hablando. Quizá el ejemplo más gráfico es el de la mantis religiosa que arranca la cabeza del macho en pleno acto sexual. La naturaleza es tan sabia como despiadada. El prototipo lo tendríamos en Sarah Jessica Parker y sus amigas neoyorquinas ociosas bebiendo Cosmopolitan, eso sí, todos sabemos que la belleza se marchita y la competencia que viene detrás es brutal. Ellas son conscientes de ello. Es entonces el momento en el que hay que buscar un marido, a ser posible anciano, rico e indolente, y entregarse a coleccionar una larga lista de amantes, con o sin la connivencia del consorte. En el caso de que este se convierta en un estorbo, siempre se puede contratar los servicios de un sicario eficiente, como la ex deRodríguez Menéndez, que pactó la muerte de su entonces marido por un reloj Cartier, 50 millones de pesetas y un polvo. Parece cine negro, pero es real, y están ahí fuera.
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