Crónicas Canallas (XXIX): El coche de alquiler


Ni en las mejores viñetas de Rompetechos. Arrean 40 grados a la sombra y un sol de justicia, y miro como un estúpido la salida 180 de la autovía. Pone Santa Ana, El Albujón, La Aljorra. Quién se iba a imaginar que el ‘huevito’ este de Toyota Aygo usaba gasolina y no diésel. Qué más da. Me acaban de llamar negligente los de la compañía de rentacar. El carro que manejaba ha fenecido, compadres.
Estaba más contento que ocho pipas con mi nuevo coche de alquiler: no me preocupaba por aparcar al toque, fumaba todo lo que quería dentro sin importarme si manchaba la tapicería de ceniza e, incluso, me permitía poner la radio a todo volumen para escuchar a Sabina y a Ana Belén. Pecado máximo eso de escuchar la música de los de ‘la ceja’. Me ha durado el coche un telediario. Tres días.
Mientras espero la grúa, contemplo un inmenso campo de limoneros y calculo mentalmente cuánto me va a costar la broma. Me atiende Anabel, solícita al teléfono:
—Grúas La Aljorra (nombre ficticio), ¿dígame?
—Buenas tardes, me acabo de quedar tirado en la autovía. ¿Pueden venir a recogerme? Estoy en la salida 180 de Cartagena dirección Murcia. Quisiera saber cuánto me va a tardar la grúa y cuánto me va a costar el servicio.
—En torno a unos sesenta euros.
Se me acaban de poner los pelos como escarpias. Ese «en torno» huele igual de mal que el campo de limoneros que tengo delante de mis narices. Además, se ha levantado viento y apesta a abono.
La operadora, muy cuca, me recomienda el traslado a un taller de Cartagena, con el consiguiente gasto en kilometraje, que va por zonas, según me explica.
—Pero, vamos a ver, ¿es que no hay ningún taller más cercano, por ejemplo, en La Aljorra?.
—Sí… Pero los talleres de La Aljorra SOLO están especializados en electricidad.
—Señorita, me está diciendo que en un taller de coches de La Aljorra no me pueden vaciar el depósito? Que yo sepa, en cualquier taller de España te podrían hacer esa operación.
Acabo de estudiar un master, vía telefónica, improvisado en mecánica.
—Entonces…, ¿cuánto me va a costar el traslado?.
—Si es en la zona de Cartagena, 50 euros.

—¿No me había dicho 60?
Me acuerdo de todo el santoral católico, también de La Aparecida, que la acabo de pasar hace media hora. Ya debía estar en el periódico aporreando las teclas del Mac, de no ser por un imbécil que no sabe distinguir entre gasóleo y sin plomo 95. Es más, soy tan iluso que me creo a pies juntillas las propias excusas que me fabrico: «el A-1 de la señorita Lou es diésel. Por eso me he confundido. Es mi momento Faulkner de monólogo interior. El que no se consuela es porque no quiere, ¿verdad?
Llamo al Cari. Me dice que un vaciado de depósito me puede costar entre 30 y 100 euros. Más la grúa. Depende de si he jodido o no el motor, si hay que cambiar filtros… Y la madre que los parió. Y yo fardando de que me había salido el ‘huevito’ a precio de risa. ¡173 pavos! Más los costes adicionales de conductas descerebradas al más puro estilo Woody Allen, véase: la mía.
El caso es que, mientras conducía -antes de que el coche empezase a dar tirones y le diera por hacer el baile de San Vito-, venía pensando sobre qué iban a versar estas accidentadas #CrónicasCanallas. Quería contaros que Leiva estuvo apoteósico con su banda en el parque de Fofó. Que suenan como un tiro con su hermano Juancho de escudero, y con una sección de metales que hacen vibrar a los presentes. Quería hacer una valoración de que lo hayan elegido como telonero de los Stones, junto al grandísimo Carlos Tarque y Ariel Rot. Quería salir al paso de las críticas de envidiosos y rockeros de cantimpalo. Es más, quería proponeros varios planes para este verano, como un concierto en el Rockola de La Azohía o una cata maridaje con bodegas San Isidro en un sitio que se llama La Esquina de Victorio (calle Trinidad, 3), en plena malasaña murciana, como le encanta llamarla al doctor. También quería recomendaros una langosta en el puerto de Tomás Maestre, en La Manga. La saca Juan Belmonte viva del acuario y la cocina en su propio jugo. Yo me quiero dar un homenaje.
Si no estáis tan estupendos, siempre podéis pedir un calderico o un arroz a banda, que sale por unos 10 pavos la ración. Si os pilla el día más hippie, siempre podéis coger el coche y echar una escapada a la cala de El Barco, en el complejo de lo que era el Hyatt, también en La Manga. Una neverita, unas estrellas, y una sandía para enterrar entre las piedras de la orilla. Quería contaros todo eso y mucho más, pero al final me he averiado. A ver si viene la grúa.
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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