La Verónica es el lance fundamental del toreo de capa, el más clásico y casi obligatorio en los llamados ‘lances de saludo’, al inicio de la faena. Fue el torero sevillano Joaquín Rodríguez, ‘Costillares’, el que acuñó el término a mediados del siglo XVIII. Es más, se le considera el padre del espectáculo taurino moderno, como innovador y organizador de la lidia.
No me gustan los toros, pero creo que en el respeto se basa la convivencia, y de la pluralidad nace el debate y la divergencia de opiniones. Si no, seríamos borregos, como apuntaba Habermas en su teoría de masas. Eso sí, he de confesar sin pudor que, cuando tenía apenas seis años, hacía mis pases de pecho y mis ‘manoletinas’ en el salón de mi casa con una toalla roja. Toreaba al aire, no existía maltrato animal, tan solo era un ‘mico’ que jugaba a hacer figuras y poses como las de la tele. Pero nunca quise jugarme la vida, como lo hace José Tomás que, dicen, morirá en los ruedos como Manolete.
Permitidme el cambio de tercio. El rock siempre ha estado destinado a remover conciencias, a denunciar injusticias y a ser políticamente incorrecto. Así lo demostraban los movimientos frenéticos de caderas de Elvis, ‘The Pelvis’, o los continuos problemas que tenía con la justicia americana el genial Chuck Berry, aquel que popularizó el llamado ‘andar de pato’ (duck walk), aferrado al mástil de su guitarra. Era valiente hacer ese tipo de cabriolas sobre un escenario, especialmente, en una sociedad donde los negros y los blancos vivían por separado algo tan bonito como la comunión entre un público y unos músicos sobre unas tablas. Por cierto, ¿sabéis cuáles eran las tres máximas del autor de Johnny B. Good? 1) El señor Berry se desplaza al concierto en su propio vehículo. 2) El señor Berry cobra el dinero del bolo por adelantado. 3) El señor Berry nunca se fía de un periodista. Ahí erraba. También los hay de fiar. La ‘canallesca’ está llena de buenos tipos, doy fe. Taurinos y antitaurinos.
El que es un taurino de pro es el argentino Andrés Calamaro, que la semana pasada cautivó a centenares de seguidores en el parque de Fofó, con clásicos de aquella gran banda que fueron Los Rodríguez y de su extensa carrera en solitario. Calamaro es, ha sido y será uno de los máximos exponentes del rock cantado en castellano.
El rock es eso: incorrección. Andrés ha dicho siempre lo que le da la gana, mal que le pese a muchos. Un músico que es capaz de firmar 105 canciones en un único disco -El Salmón- merece todos los respetos, aunque no te guste su obra o su figura. Además, me resulta tan simpático como chocante que se defina como un taurino irredento. Defiende la Fiesta a capa y espada, como si el rock & roll y los toros fueran dos universos antagónicos e irreconciliables. Y no lo son. Recojo unas declaraciones que hizo a este periódico hace justo una semana: “La tauromaquia es como el flamenco, una liturgia. Un arte eterno, inexplicable”. Amén.
A mi me gusta el Cossío, la literatura que rodea a este mundo, que poco o nada tiene que ver con hacer sufrir a un animal. Por eso, me declaro en rebeldía ante los críticos musicales que califican a Calamaro como ‘flipao’ o “embaucador”. Creo que le tienen un poco de pelusilla y les da pudor reconocerlo abiertamente.
Ya lo decías tú, Andrés, en tu Media Verónica: “La vida es una cárcel con las puertas abiertas”. Solo me queda invitaros a salir por la puerta grande.
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