Crónicas Canallas (XLVII): Te comería a versos


Con el hedor que desprenden determinadas noticias a lo largo de los últimos días, hay ciertas iniciativas que se merecen el más sincero reconocimiento y que contribuyen a perfumar con pequeñas gotitas de esperanza -que es lo último que se pierde, dicen- la podredumbre informativa que nos rodea, nos asfixia y que nos hastía hasta límites insospechados. Es el caso de ese precioso proyecto que se ha dado en denominar “Madrid, te comería a versos”. Mensajes impresos en el suelo de las calles más concurridas y transitadas de la metrópoli, con una fuerte carga poética, a modo de eslóganes, que recuerdan a aquel mayo francés del 68 y que adornan el asfalto de esa espídica ciudad de la que hablaba Sabina en Conductores Suicidas para referirse a la capital de España. Aquella urbe despiadada que le acogió desde su Úbeda natal, previo exilio en Londres en los últimos años del franquismo. “A veces reírse es lo más serio”; “Duerme menos y sueña más”; “Me sentí astronauta perdido en tus lunares” o “Fuimos a hacer el amor y parece que volvimos de la guerra” son algunas de esas 22 micropíldoras literarias que nos regala el suelo de Madrid. Me parece algo francamente loable, primero, porque este tipo de gestos contribuyen a democratizar la poesía, un género literario denostado en un mundo global y dominado por los best sellers. Y segundo, porque son capaces de lanzar mensajes positivos en un mundo despersonalizado en el que no despegamos los ojos de nuestros smartphones cuando vamos por la calle. A veces, un buen tuit o un buen post en Facebook nos hace perdernos cosas bonitas: un edificio histórico, una rubia atractiva o un mendigo que se merecía un euro y un cigarro por esa sonrisa que te ha regalado. Pero, habitualmente, se hace invisible a nuestros ojos. Hemos pasado, tristemente, de ser viandantes a ser meros autómatas que nos dirigimos de un punto A a un punto B, sin apenas reparar en el paisaje urbano. Nuestros pasos están teledirigidos, la inercia de un paseo en una ciudad, donde el encanto reside en perderse en sus calles y en descubrir sus recovecos, está cada vez más denostada. Pero ideas de este tipo tiñen de color, de belleza y de personalidad ese lugar “donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, donde regresa siempre el fugitivo…”. Pongamos que hablo de Madrid.
Como suele ocurrir cuando se llevan a cabo este tipo de iniciativas, los pseudogurús del conocimiento se suben a sus púlpitos y corren a darle una denominación a esta clase de arte urbano: ¿Graffiti?, ¿Street Art? La más original, sin duda, es aquella que lo califica de “vandalismo sentimental”. Obviamente, no es lo mismo escribir en el suelo “No hay mejores brindis que los que hacen tus pestañas en el asfalto”, que ensuciar un edificio público con una fea firma que no aporta ni dice nada y que, sobre todo, es una prueba fehaciente de la indigencia intelectual de su autor que, casualmente, es un nini sin oficio ni beneficio. En ese caso, está más que justificada la multa. A la que, personalmente, añadiría como castigo una bibliografía del Siglo de Oro español para leerla como penitencia obligatoria.
En Murcia, nos encontramos algo parecido con el trabajo que desarrolla Acción Poética. En la zona de las tascas leemos “Lo que sea, pero contigo” o “Me muero sin mí”, por citaros un par de ejemplos. Pero hacen falta más. Hay cantidad de muros impersonales deseosos de poesía, de palabras, de sentimientos. Es más barato que un vinilo con fotos antiguas de la ciudad y le da un toque bohemio que no desagrada ni a propios ni a extraños. Gusta.
“Vuelan palabras lentas, hacen manitas bajo la ciudad”. Cómo no, en Tirso de Molina. Gran Vía, Tribunal, ¿dónde queda tu oficina que te paso a buscar?
Compartir

Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

    Comentar con Blogger
    Comentar con Facebook

0 comentarios: