Las nuevas tecnologías matan parejas, destruyen relaciones, nos hacen más infieles. Por eso cada vez hay más singles, que queda bastante más cool que decir solteros o solteras. Dénse una vuelta y compruébenlo. Les transcribo de forma aleatoria una conversación de la típica pareja que ha acordado darse su espacio y salir a flirtear cada uno por su cuenta, por eso de subir sus respectivas autoestimas y hacer más fogosa su relación que, además, entra peligrosamente en la rutina. “Cariño, ¿a qué hora llegaste ayer? (silencio incómodo). “A las tres y poco…”, contesta él dubitativo. (Silencio incómodo). Ella contraataca. “Entonces… ¿por qué en tu ‘última conexión de whatssap’ pone que a las 6 y 17?”. Es un ejemplo de por qué whatssap nos obliga a mentir. Nos complica la vida. O eso nos venden los sociólogos. Por cierto, dicen que hay una aplicación para ocultar tu estado (y por tanto tu última conexión) en este chat que nos está consumiendo y que se pasa por el arco del triunfo lo que diga la RAE y El Quijote de Cervantes. ‘Ola ke ase’. A cualquier persona que ame la Literatura se le revuelven las tripas cuando lee este tipo de genialidades, si no se le abren literalmente las carnes. Nos guste o no, vivimos en un mundo virtual diseñado para solteros, llamémoslo single, individualista, epicúreo, hedonista, como gusten. Lo peor de todo es que en ese mundo invertimos dinero para financiar cuestiones tan absurdas como la incidencia de esas nuevas tecnologías en nuestra vida sentimental. En si nos ponemos más o menos los cuernos –si hay premeditación y alevosía es ya irrelevante- por culpa del dichoso Whatsapp. Se paga por este tipo de estudios, ha ocupado espacio en los telediarios. ¿Ahora la culpa es del teléfono o somos más infieles que antes? ¿La culpa es de Steve Jobs que ideó un artilugio que te localiza hasta cuando echas una cana al aire? Por supuesto, el infiel (o la infiel) tiene que acabar mutando en single, por una cuestión práctica, no puede tener pareja, independientemente de que en su perfil de Facebook confiese que mantiene una relación, o directamente juegue al despiste (que siempre es más excitante) y dice aquello de ‘es complicado’. Ponemos los cuernos con una lindeza que asusta. En las oficinas, en los hospitales y hasta en la cola del Mercadona. Y eso no es culpa de las nuevas tecnologías, sino que estamos viviendo un cambio de mentalidad producto de la crisis. Y no me refiero a la económica, sino a una crisis de valores. Vivimos en un mundo single. Señores, esto son dos días y hay que disfrutar. Las hipotecas sentimentales han pasado a mejor vida, nada nos ata, no pertenecemos a nadie. Ellos ponen los cuernos y lo hacen con la elegancia evidente y casposa de ‘dealer’ que, o bien se compra una Harley Davidson, o cambia de mujer como el que cambia de vehículo. Así de crudo. Ellas lo hacen igual y tampoco se quedan cortas. Son más felinas e intuitivas. Mienten con más clase. Les pongo dos ejemplos a modo de imágenes. ¿Recuerdan a la mujer de Walter White (la atractiva rubia cuarentona que salía en Breaking Bad) insinuando el escote a su jefe en el despacho? Para los que no estén avezados en las series, retrotráiganse al famoso cruce de piernas de Sharon Stone en Instinto Básico, y pueden hacerse a la idea de por qué Clinton sucumbió a los encantos de Mónica Lewinski en el despacho oval. Que siempre tiene más morbo por aquello de “Estamos en el trabajo, Bill”. Eso ocurre en los despachos y oficinas murcianas, les guste o no. Mujeres y hombres de un pelaje muy particular que se desenvuelven a la perfección en el arte del flirteo. El compromiso no entra en la filosofía single, es sexo por sexo. Asistimos a la caza y captura más despiadada de amantes de la historia, edulcorado con estupideces como Christian Grey. Además, los roles han cambiado. Ya no es el hombre el que conquista a la mujer, al modo clásico de documental de la 2. Ya no se estila invitar a la fémina a sushi y vino (por aquello del componente afrodisíaco). Se paga a pachas. Si no, corres el riesgo de te digan “eres maravilloso como amigo, pero…”, cuando no directamente cuelga un cartel de tu frente que dice: ‘Pagafantas’. Y en cuanto a las mujeres, las hay también de las clásicas que se dejan invitar y cenan cada fin de semana de gratis, por supuesto, cada vez con un hombre distinto, que también es más excitante. ¿Boda? ¿Hijos? ¿Un perrito que me ladre? Algo está pasando y la culpa no es de whatssap.
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