El metrosexual ha muerto. O al menos, se ha minimizado mucho su presencia. ¿Qué ha sido de los ni-nis que se mazaban en el gimnasio y se observaban sus musculosas piernas rasuradas mientras apretaban los labios frente al espejo en un ademán tan sexy como ridículo? Es lo que muchas féminas han dado en denominar en estos tiempos los ‘viceversos’: aquellos hombres que lucen un escote más pronunciado que el de una mujer, por supuesto, sin atisbo de un denostado vello que hace saltar por los aires el propio concepto de virilidad. No buscan que le miren sus bonitos ojos o su culito respingón, quieren lucir un pectoral de acero bajo unas camisetas que provocarían la sonora carcajada de James Dean o Marlon Brando. Si estos tipos levantaran la cabeza… Por cierto, en Bershka o Stradivarius podéis agenciaros una de esas. Talla maxi, claro. Aunque siempre le podéis decir la dependienta -con voz de Manolo- que gastáis una 110 de pecho. Y poned rumbo a Plaza 3. Vuelven las barbas y los pelos a lo afro, al más puro estilo neohippy y setentero. Es la evolución del hipster 2.0, donde los coloridos tatuajes son tan opcionales como in. Suman puntos. Por cierto, las canas le dan hasta un toque interesante. Incluso, algunas reconocen abiertamente que los pelirrojos les ponen. El zanahorio también está de moda. Y riza el rizo el hombre si luce un bigote al más puro estilo Ringo Starr en la etapa del Let it be de los Beatles. Frecuenta el Espacio Pático o puede plantarse en la barra del Plan 9 o del Black Cadillacs y pedir un whisky on the rocks sin que nadie le mire raro. Es más, lo mismo la morena de la barra le hace ojitos. Aunque sea un raro. Raro, pero atractivo. ¿Y qué pasa con ellas? Vuelve la rockera que siempre llevaron dentro. Resucita Janis Joplin por las calles murcianas, incluso Luz Casal, que cantaba aquello de “Loca por volverte a ver…”. Sí, sí, vuelve el cuero, pero sin caer en el bondage, no va la cosa de fustas, sino más bien de pantalones y corpiños que aprietan y suben lo que todos miramos, con más o menos clase o disimulo. Es cierto que unas piernas esbeltas lucen francamente lascivas enfundadas en este material, todo sea dicho. Para los más fetichistas, incluso, tenéis la opción de comprarle un casco a la parienta y darle una vuelta en la Triumph Bonneville, para que todo el mundo flipe con la ‘periquita’ que lleváis detrás. Lo cierto y verdad es que Manolo dejó de hacerse el láser porque su novia decía que rascaba como una piedra pómez, por no hablar de la foliculitis cojonera que solo se le quitó con antibióticos. Ahora, pasa menos frío en invierno y su novia se queda dormida como una animalilla sobre su peludo pecho viendo Aída. La escena ya es romántica de por sí.
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