Crónicas Canallas (VII): Tú no eres un Beat


Acabarán castellanizando el término hipster. Lo escribiremos con jota, así, jipster, y no dejaríamos de sorprendernos de por qué tras la génesis de El Quijote se escondía un tal Cide Hamete Benengeli, un moro que puso en la mano de ‘El manco de Lepanto’ uno de los mejores personajes de la Literatura universal, un perdedor entre ganadores, o un ganador entre perdedores, según se mire. Fueron ellos, los moros, los que inventaron vocablos como alféizar o leja, al igual que el jipster usa cool inpara expresar que algo o alguien encaja en el patrón de su subcultura, excluyente delmainstream, o cultura de masas predominante. Un hepcat en el San Francisco de los años 40 era un tipo que sabía de jazz, que tenía como disco de cabecera el Boogie Woogie in Blue del pianista Harry Gibson, que precisamente se hizo llamar ‘Harry El Hipster’. Un jipster en la España de la corrupción lee El País los domingos, pero solo hojea la sección de cultura. Le interesa el cine independiente, y la visión de Lars Von Trier de la ninfomanía le ha provocado urticaria, pero solo en el último tramo de la cinta. Hace más de 70 años definían la jerga hipster, en plena Generación Beat deKerouac (años 40 en Estados Unidos, no nos perdamos) como un “argot o canturreo diseñado para apartarse de terceros”. Y no ha perdido vigencia en pleno 2014. Un ejemplo. Tres amigos se reúnen para beber vino en un restaurante chic murciano. El primero dice: “Está bueno”. El segundo avisa: “Se nos va a poner el cuerpo canalla con esta mierda”. El tercero, que es un jipster, no puede evitar la pedantería: “Es aceptable, pero dudo si maridará bien con el crujiente de trufa negra, demasiado afrutado para mi paladar”. El camarero ya ha mentado a su familia interiormente. El jipster contemporáneo, el de ahora, es autónomo –no soportaría tener jefe-, compra ropa de segunda mano, a pesar de que pasó sus últimas vacaciones en Mikonos con una rubia que no es su novia. Su nevera está repleta de comida orgánica, bebida de soja y huevos de gallinas que se han criado en libertad. Está enganchado a Radio 3, y a veces acaba de after en un garito filogay de Mariano de Rojas, a pesar de su heterosexualidad plenamente asumida. Cuando las tascas chapan. Ahora, se ha mudado a la Malasaña murciana a un pequeño loft muy cuco, simplemente porque le molaba el graffiti de entrada al edificio. “Hoy es día de besarte”, reza. Escucha a todas horas lo último de Los Niños Mutantes, pero realmente no es un beat. Es un jipster de nuevo cuño. Y él no lo sabe.
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Juan Máiquez

A sus 30 años ha hecho de todo en el mundo de la Comunicación y el Marketing. Con 22 años, fue editor de boletines informativos en una emisora a escala nacional en Madrid. Dio el salto a televisión con 24, donde hizo de reportero (sin dejar la radio) en lugares tan privilegiados como el Congreso de los Diputados, el Palacio de la Moncloa o el Senado. En Murcia, ha pasado por casi todas las secciones del periódico para el que escribe, La Opinión de Murcia, donde firma la contraportada todos los sábados con sus #CrónicasCanallas. Comparte espacio con el escritor y articulista de El País Juan José Millás. Ha publicado en libros de Sociología y prepara una nueva entrega editorial. Ha saltado al mundo del marketing con trabajos de locución para videos corporativos, ha vendido publicidad para una emisora de radio e, incluso, ha organizado una feria de vino en inglés en la provincia de Alicante. De hecho, tiene un blog en el portal americano www.examiner.com. Todo esto, sin abandonar su actividad periodística y su faceta como músico, escritor y radiofonista, parcela en la que tiene un posgrado.

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